Vaciaste los bolsillos de todas tus cosas.
Un peine, monedas,
una libretita que ya no usarías,
un pañuelo, un sueño,
y cuatro bolitas que desde hace mucho
esperan en vano el hoyo y la quema.
Encontraste al fondo una tiza sucia.
(ya ni recordás que nombre pusiste).
Desde la ventana de aquel sexto piso,
fuiste a la cornisa con mucho cuidado
(es indecoroso para los suicidas
en un accidente terminar su vida).
Dejaste la ropa en la canaleta
y desnudo
y blanco,
(tal como naciste)
alzaste los brazos
como si imploraras a una inexistente
y cruel divinidad.
Y no te animaste.
Casi con vergüenza te vestiste lento,
bajaste despacio,
metiste las cosas donde estaban antes:
el peine, bolitas, recuerdos y sueños...
y con un balazo te partiste el seso.
Autor: Ernesto (de “Naufragios y otras soledades”)