Logró, sin pensarlo, lo que siempre quiso:
detener un rato la rueda del tiempo,
intentar los gestos que nunca tenía.
No pudo evitar los anacronismos
ni las compañías;
repetir palabras, evitar los besos.
No pudo esquivarle
a la recurrente costumbre mañera
de ser siempre Él mismo,
ni a las soledades,
ni a los abandonos,
ni a las escapadas
(con esas excusas
de su trajinada vida en sociedad).
Ni siquiera pudo evitar un rato
los largos silencios.
Y cuando, vengativo,
el tiempo implacable movió sus agujas,
le quedó en la boca
aquel agridulce deseo soñado
de sábanas tibias, de labios, de brazos.
La esperanza fuerte
que al menos en ella,
se haya elaborado el sueño inconcluso.
Y allá, en lo profundo,
en lo más profundo de la cruel ausencia,
hay una pareja que venciendo al tiempo,
planea en secreto
futuros encuentros.
Autor: Ernesto (de “De Humor y de Muerte”)
1 comentario:
La nostalgia del reencuentro es la más cruel de todas, porque puede que nunca ocurra y si lo hacen son dos perfectos desconocidos.
Marina
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