martes, 28 de febrero de 2012

SÚPLICA

No me encontraré otra vez entre estos muros, no brillará para mí la eterna noche, no buscaran mi sombra mis amantes.
Ya no temerán las vírgenes mi hambre.
La muerte es mi salida, la entrada hacia la Luz, la desesperada huida hacia adelante.
No me detengan más. Mi monstruoso cuerpo de hombre y de bestia suplica el abrigo del adiós, pide las alas de Ícaro, aunque en la desesperada huida caiga al mar.
Que Minos me perdone, que Ariadna me libere, que Etra me proteja.
Y que los puños de Teseo me arranquen de una vez la vida.
Esa vida que perdí hace ya tanto…


Autor: Ernesto (de “Ariadna, Teseo, el Minotauro y su laberinto”)

domingo, 19 de febrero de 2012

LOS DOS

Perdida en sombras se iluminó en secreto, recibió el amor en silencio, vestida, asomada detrás de un recodo del laberinto,  como si no le correspondiera ese asomo de luz, ese despojo de otros amores, ese harapo de otros vestidos, esas palabras de otras bocas para otros oídos.
Se iluminó por dentro, hacia las sombras. Se desnudó para recibir el amparo del agua tibia.
“Nunca es tarde” se dijo y volvió a  asomarse tímidamente desde las paredes despojadas de flores. Y lo llamó con una voz que quiso ser de ayer, de otra mujer, de otro silencio.
No supo de otra boca que lentamente le susurró al oído –a su oído– la palabra deseada, que le asomó a su boca el beso esperado, que repitió su nunca es tarde como algo surgido de otros mundos y de otras vidas.
Teseo sigue buscando ansioso a una Ariadna que también lo busca.



Autor: Ernesto (de “Ariadna, Teseo, el Minotauro y su laberinto”)