No me encontraré otra vez entre estos muros, no brillará para mí la eterna noche, no buscaran mi sombra mis amantes.
Ya no temerán las vírgenes mi hambre.
La muerte es mi salida, la entrada hacia la Luz , la desesperada huida hacia adelante.
No me detengan más. Mi monstruoso cuerpo de hombre y de bestia suplica el abrigo del adiós, pide las alas de Ícaro, aunque en la desesperada huida caiga al mar.
Que Minos me perdone, que Ariadna me libere, que Etra me proteja.
Y que los puños de Teseo me arranquen de una vez la vida.
Esa vida que perdí hace ya tanto…Autor: Ernesto (de “Ariadna, Teseo, el Minotauro y su laberinto”)