Hoy descubrí, por fin, que no hay perdón, que el que las hace las paga.
Si pudiera tenerte, pájaro mío, que pensás como yo, que te ronda la muerte como a mí, que estás prisionera en una jaula ajena y remota… Si pudiera tenerte, abrazaríamos la muerte y vagaríamos, descarnados y fríos pero juntos.
Si no fuera por la duda, pagaríamos nuestros pecados con la moneda sin valor de nuestras vidas.
Libres.
Autor: Ernesto
(de “Naufragios y otras soledades”)