He disfrutado otra vez de la angustia, de la melancolía, de la tristeza.
He resucitado, muerto, de la muerte no gozada, de la intensidad de los llantos, de la inmensidad de las tristezas ajenas y de los absurdos y terribles sueños propios.
Me he deslizado furtivamente por la naturalidad sin muletas y regresé a caminar con la alegre huesuda de ladera.
Pude – ¿por cuánto tiempo? – deslizar el deseo, la simiente y la soledad compartida. …peligrosamente sumergido.
Autor: Ernesto (de
“Sin etiquetar”)
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