¿Cómo se hace ahora para vivir con la impotencia del dolor ajeno?
¿Cómo recordar viejas historias e imaginar nuevos futuros?
¿Cómo soportar el verte comprada por la moneda imprescindible, la protección ineludible y el temor a lo incierto?
La máquina infernal acerca lo imposible de tocar y anuda lo imposible de unir.
¿De qué servirá amarte en el espacio que no admite abrazos, ni besos ni caricias?
¿Cómo puedo dejar de ser vos, alcanzar la altura imprescindible para guiarte en el laberinto?
¿Cómo decirte que así, tan ajena, sos más mía?
Voy a intentar algunas cosas:
Pedirte que olvides mi realidad fantochesca, mi humanidad impotente, mi hombría vencida, y que recuperes mi fantasma quijotesco.
Vendré en Rocinante con mi armadura de cartón y mi lanza quebradiza, para llevarte en ancas, a vos, mi amada imposible, Dulcinea.
Seremos dos fantasmas imponentes.
Abrazados, fundidos en lo que no existe, en la magia de lo imposible.
Yo te susurraré al oído que te amo y vos me llamarás a silencio con tus besos.
Y seremos uno.
Y dejarán de existir, por un instante, estas dos realidades, estos dos despojos sometidos y humillados.
domingo, 7 de abril de 2013
jueves, 4 de abril de 2013
VOZ QUE CLAMA
Casi sin
nombre, uno como tantos,
anticipo y
pasado, fiesta y duelo,
austeridad
sin límites, consuelo,
de
aquellos que luchan por ser santos.
Abrigo de
dolores y de llantos,
profeta
anunciador, copia y modelo,
bautismo y
anuncio que del cielo
presagia
la dicha y el quebranto
Último
profeta y primer testigo,
mártir que
sin razón dio su cabeza
como
escarmiento… y como castigo
Es dedo
acusador y fortaleza,
sombra,
rayo de luz, rey y mendigo,
una voz,
un clamor y una certeza.
Autor: Ernesto
(de “Sonetos”)
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