Cada uno encontró en el otro, cosas perdidas
y olvidadas. Ocultos por la noche, oyeron sus palabras recuperando ecos que
fueron voces.
Se abrazaron sin verse. Recogieron el
dolor y lloraron. Festejaron con risas el reencuentro. Se amaron infinitamente en
el espacio sideral.
–Te esperaré cada día de mi vida– dijo
ella
–No me iré nunca– dijo él.
Entre la penumbra pretérita y las
luces presentes, las palabras sonaron tan huecas como el árbol donde fueron
talladas.
Se arrinconó la retórica ante la cruda
realidad
–No te creo. Todos me han abandonado.
Me dejarás como ya me han dejado.
Entre las lágrimas, Ariadna lo vio
partir, como vio una noche partir a Patsifae.
Con un ovillo en las manos, entró
Teseo a buscar su pretendido destino redentor.
¿Habrá quedado ella esperando en la
punta de aquel hilo?
¿Sigue abierto el laberinto?
Autor: Ernesto
(de “Ariadna, Teseo, el Minotauro y su
laberinto”)
2 comentarios:
Buen tallado, quizás alguien que conozco puede responder la pregunta final... un abrazo.
Marina
Muy buena comparación, con la mitología Teseo y Ariadna.
Jamás se debe perder las esperanzas.Saludos
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