Imaginaba
un incorpóreo cuerpo
seductor y
sensual, casi de carne,
y soñaba
que en alguna parte
se
encontrara feliz en un espejo.
Eran dos
que no eran, dos reflejos,
como dos ilusas criaturas torpes,
deslizando,
pequeña y deforme
toda su
ansiedad de amor y besos.
Pero hubo
un desencuentro en el camino:
ella no
era ella ni él era él.
No poder
encontrarse fue el destino.
Y hay algo
más al extremo del cordel
con que se
amarran culpas y dolores,
los
frenos, los impulsos, los amores…
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