“…de tu casa no se apartará
nunca la espada.” 2 Samuel 12,10.
Llorarás, David, por tu pecado,
mucho más que Urías el Heteo.
Cuatro veces pagarás tu deuda
con sangre de tu casa
y con afrentas.
La luz de este sol
verá como se entregan
al incesto tus hijos y tus hijas
y pedirás a Yahvé: ¡Dios mío, sálvame!
y sentirás que estás solo en tu delirio.
El pecado más vil,
el de la sangre
derramada entre hermanos por el odio,
te perseguirá implacable día y noche
hasta la noche final de tu agonía.
y sabrás que son tuyos los pecados
culpables de la peste de tu pueblo
y pedirás a Yahvé por tus ovejas:
“Castígame a mí, Señor, ¡Yo soy el malo!
Autor: Ernesto (de “Poemas Bíblicos”)
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